Si la autoría y la originalidad de una obra de arte se determinan en función de que la relación del artista con la pretendida obra de arte.
Antes de nada, debemos recordar que autor de una obra de arte original es el que la ha creado y ejecutado, o el que la ha creado intelectual y materialmente, consiguiendo reflejar de forma novedosa su personalidad en la misma.
La imagen de ese artista bohemio trabajando en soledad con sus manos manchadas de pintura en el estudio es una especie en extinción. Esa idea romántica cada vez está más alejada de la realidad actual. Aunque muchos artistas siguen trabajando en sus estudios creando con sus propias obras, otros muchos cuentan con asistentes, ayudantes o empleados que las hacen por ellos. Pero, ¿hasta qué punto podemos hablar de autoría cuando no se cumple que el artista la haya creado intelectualmente y la haya ejecutado hasta su finalización sin la colaboración de otros?
Grandes figuras del arte contemporáneo cuentan con sofisticados talleres, similares a fábricas de producción, con más de 100 trabajadores a su cargo. Una forma de dar respuesta al voraz apetito de un Mercado del arte globalizado, que necesita obras para exposiciones, ferias, festivales y bienales de todo el mundo. Un modelo de trabajo controvertido, en el que un grupo de artistas que amasan grandes fortunas producen sus obras casi en cadena sin que ello haya sido óbice para que los profesionales del arte dejasen de atribuir en la mayoría de los casos la completa autoría y la originalidad al artista que había concebido o creado intelectualmente la obra, siempre que además hubiera dirigido a dichas personas en su ejecución, decidiendo, por tanto, cómo debía de realizarse ésta.
Muchos cuadros como los de Peter Paul Rubens (1577 .1640) eran producto de su taller con cerca de 200 ayudantes. En esta situación, el artista principal probablemente solo pintó las partes más importantes de la obra, dejando el relleno y los detalles menores a sus ayudantes. Para complicar todavía más las cosas coma Rubens a menudo recurría a artistas de la talla de Van Dyck Teniers y Jack Brueghel como ayudantes con los que podía dar respuesta a la gran demanda de trabajo que tenía. Él controlada y planificada todo, funcionando como una pequeña empresa. Por este motivo, muchos grandes museos en todo el mundo diferencian en sus colecciones si sus obras expuestas de maestros antiguos, como Rubens, son de autoría individual o colectiva; clasificadas como piezas de un artista, de su taller o de un artista y su taller.
Rembrandt es otro ejemplo que utilizaba o se valía de aprendices trabajando en su estudio. Los aprendices preparaban el lienzo y realizaban una gran parte del cuadro. Rembrandt pintaba la cara las manos y otros rasgos más difíciles.
La tradición del taller persiste en nuestros días como con Andy Warhol con su The Factory en Manhattan con alumnos aventajados como Damien Hirst con su estudio con un centenar de empleados que trabajan de modo industrial creando sus obras son ejemplos de artistas que utilizan ayudantes para producir obras en las que han participado manualmente poco o nada.
Jeff Koons en su gigantesco estudio del barrio londinense de Chelsea, cuenta con una legión de asistentes y trabajadores repartidos por diferentes habitaciones. Cada una de estas estancias se dedica a esculturas, pintura, maquetas, futuros proyectos y hasta cuenta con un laboratorio de alta tecnología lleno de gadgets artísticos. En su estudio-taller define a sus trabajadores como los dedos de una mano y afirma que él es el responsable de cada detalle del proceso.
Takashi Murakami, conocido como el Andy Warhol japonés, dirige la Kaikai Kiki donde produce sus obras. No es una simple factoría como la de Warhol, sino una gigantesca corporación con sedes en Tokio, Nueva York y Los Angeles.
El artista Olafur Eliasson abrió en Berlín el Studio Olafur Eliasson en el que trabaja un equipo de 119 personas. Es una especie de laboratorio experimental donde conviven arquitectos, diseñadores, artesanos, técnicos especializados, ingenieros, historiadores del arte, asistentes, directores de comunicación y hasta cocineros.
Pero, ¿que separa la afirmación o negación de la auditoría de una obra? Todo se basa en la implicación de un artista en la producción de sus obras, en la dirección de las mismas y conseguir reflejar de forma novedosa su personalidad en la misma.
Existen muchos casos judiciales en los que se demanda la coautoría de las obras como por ejemplo el caso del artesano que ayudó a Barceló en la ejecución de 47 piezas de cerámica y en el que el Tribunal no negó la pericia del ayudante, ni que no fuese imprescindible para la realización de la obra, pero considera que podría haber sido hecho por cualquier otro artesano con conocimientos técnicos y que por tanto su aportación no fue de carácter artístico, si no técnico y que no permitió traslucir su personalidad dentro de la obra si no que se mostró la de su autor (Barceló)
Por lo tanto, hemos llegado al punto de tener una obra de un artista que nunca ha llegado a tocarla y que incluso no es necesario que aparezca su firma, pero que nadie cuestiona que sea su autor.
Me pregunto… cuantos autores jubilados habrán nacido supervisando las obras de las calles…