La Factoría de Arte presenta la primera edición del taller de pintura clásica. Con el Gran Maestro Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660), conocido como Diego Velázquez, como hilo conductor, la paleta española y una obra dirigida se verán los conceptos de dibujo, volumen, espacio y color.
Hablemos un poco de nuestro protagonista y el enfoque en nuestro taller artístico
¿¿Porqué Velázquez?? ... y porqué no!!
«Pintor de pintores» (según Manet),maestro indiscutible del arte universal, genio del barroco sevillano, «el más grande pintor que jamás ha existido» (dice Dalí)….
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez es quizás el mejor pintor español de la historia. Su obra fue ampliamente estudiada por maestros de épocas posteriores e influiría en artistas tan dispares como los anteriormente citados Dalí o Manet.
Atraído por la nueva iluminación tenebrista de Caravaggio fue uno de los introductores del estilo en España y por su evidente talento (y quizás un poco de ambición) se convirtió en pintor de la corte de Felipe IV en la que fue la época más esplendorosa de la cultura española (el siglo de oro).
Sin embargo no fue hasta el siglo XIX que alcanzó el status de leyenda, cuando los impresionistas lo convirtieron en referente. Desde entonces Velazquez es aclamado como «el mejor pintor de la historia».
Evolución Técnica de Velázquez
En sus inicios sevillanos, su estilo era el del naturalismotenebrista, valiéndose de una luz intensa y dirigida; su pincelada densamente empastada modelaba las formas con precisión, y sus colores dominantes eran tonos tostados y carnaciones cobrizas.
En Madrid, al estudiar a los grandes pintores venecianos en la colección real, modificó su paleta y pasó a pintar con grises y negros en lugar de los colores terrosos. Todavía hasta el final de su primer periodo madrileño siguió pintando sus personajes con contornos precisos y destacándolos de los fondos con pinceladas opacas.
En su primer viaje a Italia realizó una radical transformación de su estilo. En este viaje el pintor ensayó nuevas técnicas, buscando la luminosidad. Velázquez, que había ido desarrollando su técnica en los años anteriores, concluyó esta transformación a mediados de 1630, donde se considera que encontró su lenguaje pictórico propio mediante una combinación de pinceladas sueltas de colores transparentes y toques precisos de pigmento para resaltar los detalles.
A partir de La fragua de Vulcano, pintada en Italia, la preparación de los cuadros cambió y se mantuvo así el resto de su vida. Se componía básicamente de blanco de plomo aplicado con espátula, que formaba un fondo de gran luminosidad, complementado con pinceladas cada vez más transparentes.
Esta evolución se produjo debido al conocimiento de la obra de otros artistas, especialmente la colección real y los cuadros que estudió en Italia. También por su relación directa con otros pintores, como Rubens en su visita a Madrid y los que conoció en su primer viaje a Italia. Velázquez, por tanto, no hacía como los otros pintores que trabajaban en España, que pintaban superponiendo capas de color. Él desarrolló su propio estilo de pinceladas diluidas y toques rápidos y precisos en los detalles. Estos pequeños detalles tenían mucha importancia en la composición. La evolución de su pintura prosiguió hacia una mayor simplificación y rapidez de ejecución. Su técnica, con el paso del tiempo, se volvió más precisa y esquemática. Fue el resultado de un amplio proceso de maduración interior.
El pintor no tenía la composición totalmente definida al ponerse a trabajar; más bien prefería ajustarla según iba progresando el cuadro, introduciendo modificaciones que mejorasen el resultado. Raramente hacía dibujos preparatorios, simplemente hacía un bosquejo de las líneas generales de la composición. En muchas de sus obras sus célebres correcciones se aprecian a simple vista. Los contornos de las figuras se van superponiendo en el cuadro según modificaba su posición, añadía o eliminaba elementos. A simple vista se pueden observar muchos de estos ajustes: modificaciones en la posición de las manos, de las mangas, en los cuellos, en los vestidos.Otra costumbre suya era retocar sus obras después de concluidas; en algunos casos estos retoques se produjeron mucho tiempo después.
La paleta de colores que empleaba era muy reducida, utilizando en toda su vida los mismos pigmentos. Lo que varió con el tiempo es la forma de mezclarlos y aplicarlos.
El grado de acabado es otra parte fundamental de su arte y depende del tema. Las figuras —en particular cabezas y manos— son siempre la parte más elaborada; en el caso de los retratos de la familia real, están mucho más trabajadas que en los bufones, donde se tomó las mayores libertades técnicas.
La Paleta de Velázquez
Aquí se representa a si mismo portando una pequeña paleta en la mano izquierda, que además sujeta un tiento y cuatro pinceles. Con la mano derecha sostiene otro pincel, con el que está pintando en ese momento.
La paleta tiene dispuesto un total de 9 colores colocados en el borde alejado del cuerpo del pintor. A simple vista estos serían: naranja, blanco, rojo, ocre, carmín, marrón, sombra, negro y azul.
El naranja podría ser un bermellón de cinabrio, el blanco es de plomo, el rojo era conocido como tierra roja de Sevilla, lo que sería un rojo ingles actualmente, el ocre es pigmento tierra, el carmín sería una laca de garanza actual, el marrón sería tierra sombra natural, el negro es negro marfil y el azul probablemente azul de Prusia.
Los últimos estudios publicados por Carmen Garrido del Museo del Prado, amplían la gama de colores que utilizó el maestro a lo largo de su carrera, fruto del estudio de micro-muestras analizadas de todos y cada uno de los cuadros de la colección del Museo del Prado. Los colores puros que usó fueron unos 12, realizando mediante mezclas los morados y verdes.
Blancos:
El blanco de plomo es un color que usará a lo largo de toda su vida, es conocido también como albayalde. Otro color utilizado con frecuencia fue la calcita, este pigmento es más bien un elemento de carga utilizado en las preparaciones, pero parece que Velázquez lo usó para regular la cantidad de aglutinante de las mezclas claras, dada la poca densidad y la transparencia que adquiere al mezclarse con el aceite de lino. En los estudios científicos, también barajan la posibilidad de que la presencia de este pigmento se deba a impurezas del albayalde.
Amarillos:
Sus pigmentos son a base de tierras de oxido de hierro, plomo-estaño y antimonio. Estos corresponderían al amarillo cadmio limón y al Nápoles oscuro y claro.
Rojos:
Tres son los pigmentos rojos detectados en las analíticas. Uno de base metálica y dos terrosa. El bermellón es un rojo a base de cinabrio, metal pesado de sulfuro de mercurio, actualmente existe pero está siendo sustituido por el rojo de cadmio. La tierra de Sevilla, sería actualmente el rojo inglés, éste es un oxido de hierro. Latierra de siena tostada es un rojo anaranjado a base de oxido de hierro naranja.
Marrones:
Fundamentalmente usó como color marrón la tierra sombra natural o tostada, procedente del oxido de hierro y manganeso.
Azules:
Rara vez utilizó el azul ultramar, probablemente por el elevado precio del pigmento de lapislázuli procedente de Afganistán. En cambio si usó con mucha frecuencia el azul de Prusia y el azul cobalto. El primero se conoce como pigmento azurita, ferrocianuro de hierro. El azul de cobalto procede del oxido de cobalto y aluminio.
Negros:
Se ha localizado negro de carbón, tradicionalmente conocido como negro de humo, por extraerse de la combustión en hornos.
Contenidos del Taller
Día 1
Introducción. Materiales. Paleta de color.
Encaje de la figura. Primera mancha. Escala de oscuros.
Dia 2-3
Punto máximo de luz. Construcción de volúmenes
Atmósfera. Distancias. Situación.
Refuerzo de sombras. Valor del color negro. Uso correcto de la paleta. Luces y sombras.
Dia 4
Envolver la luz. Veladuras. Saturación/Desaturación.
Enriquecer el volumen. Sombras veladas. Detalles
Remates finales. Importancia del secado.